Hoy, una parte del mundo avanza en los planes para hacerle frente al escenario de emergencia sanitaria por el síndrome respiratorio agudo 2 (SARS-CoV-2) o covid-19, endosado posiblemente a los humanos por transferencia alimentaria (Grupo Acin-Iets, 2020). El 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró estado de pandemia a nivel mundial, cuyas consecuencias negativas empiezan a ser evidentes en distintos ámbitos, entre ellos, la acción climática global. Por un lado, ha impactado la salud social y a la economía mundial y, por otro, al ambiente, pues la comunidad internacional ha ido postergando sus compromisos globales acordados en el Acuerdo de París y los objetivos de desarrollo sostenible (ODS).
El objetivo principal del Acuerdo de París en la COP21 fue estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero (GIF) a la atmósfera, para minimizar las incidencias antropogénicas peligrosas en el sistema climático. Los compromisos adquiridos por los miembros de la convención estuvieron enfocados en permitir que los ecosistemas mundiales se adapten de manera natural al cambio climático, buscando que la producción de alimentos y el desarrollo económico no estén amenazados; porque las transiciones energéticas son irreversibles y, por tanto, las acciones humanas en respuesta a ese fenómeno son inaplazables. Entre los países miembros estuvo Colombia.
Así también, los ODS son una extensión de los objetivos de desarrollo del milenio (ODM) compuestos por 17 objetivos y 169 metas propuestas por las Naciones Unidas, incluyen esferas que van desde la acción por el clima, el desarrollo de ciudades y comunidades sostenibles, hasta la producción y consumo responsable con perspectiva de paz y justicia social. Así, todos los países que componen las distintas regiones geográficas, incluyendo Colombia, construyeron agendas socioambientales para alcanzar los fines propuestos al 2030.
Colombia estableció la voluntad de ejercer acciones de mitigación y adaptación, como también de elaborar metodologías aceptadas por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) para alcanzar los objetivos y disminuir su vulnerabilidad. Se estableció una hoja de ruta para generar planes de desarrollo que incluyen a la variabilidad climática en los instrumentos de planificación sectorial y territorial, en los planes de ordenación y manejo de cuencas hidrográficas (Pomcas), en el plan de ordenación y manejo integrado de la UAC (POMIUACS), planes de ordenamiento territorial (Pots) y planes de desarrollo departamentales y municipales. De esa manera, con el Decreto 298 de 2016, la nación avanzó en su política nacional de cambio climático (PNCC).
Los instrumentos de planificación territorial y sectorial son oportunidades para la gestión integral de departamentos, municipios, cuencas y áreas metropolitanas en torno al cumplimiento de la PNCC y las agendas globales ambientales. Actualmente, nuevas herramientas normativas en torno al ordenamiento territorial están emergiendo, como el Acto Legislativo 02 del 22 de julio de 2020 mediante el cual se modifica el artículo 325 de la Constitución Política de Colombia y este abrió la posibilidad de crear la región Metropolitana de Bogotá, Cundinamarca como una nueva entidad regional de régimen especial, que permitirá la asociatividad entre el Distrito Capital, la Gobernación y los municipios de Cundinamarca.
Por otro lado, el Concejo de Bogotá aprobó el Acuerdo 790 de 2020 mediante el cual se declaró emergencia climática en Bogotá, para que se reconozca la vulnerabilidad y las condiciones de riesgo en que se encuentra la ciudad, con el fin de formular acciones de adaptación, mitigación y resiliencia frente al cambio climático y construir una agenda interinstitucional para cumplir con estos objetivos. Lo anterior, permitiría cambiar el modelo de respuesta ambiental a la crisis climática que irá enfrentando la ciudad en un contexto regional.
Bogotá-región podrá servir como una nueva entidad estratégica para la planeación del consumo energético y la gestión de residuos en contextos urbanos, rurales y urbano-rurales. Además, permitiría el desarrollo ideal de infraestructura baja en carbono y resiliente al cambio climático. Para lo anterior, habrá que hacer énfasis en la generación interconectada de servicios y equipamientos en torno a la salud, educación, espacio público, vivienda y la consolidación de amplias zonas de protección ecosistémica que mitiguen los impactos ambientales generados por la expansión urbana y el mal uso del suelo, como el fomento de una cultura ambiental y la transformación socioeconómica.
Históricamente, Bogotá y sus municipios colindantes han tenido pasivos ambientales latentes que deben ser atendidos de manera prioritaria y están relacionados con temas como servicios públicos, contaminación urbana e intradomiciliaria, desastres naturales, inequidad en la tenencia de la tierra, degradación de suelos, deforestación, y marginación socioeconómica, entre otras. Lo anterior, junto al síndrome respiratorio agudo 2 (Sars-CoV-2), genera un nuevo escenario de emergencia sanitaria que complejiza la habitabilidad urbana y rural.
En Bogotá, los puntos de mayor propagación de covid-19 han sido reportados en zonas con altos niveles de hacinamiento urbano, en su mayoría, caracterizadas por presentar segregación socioespacial, tener asentamientos informales sin niveles básicos de salubridad ni accesibilidad a fuentes estables de ingresos económicos. Para el 16 de mayo de 2021, las localidades con mayor tasa de contagios son: Suba con el 15.3 %, seguida por Kennedy (13.32 %), Engativá (11.31 %), Usaquén (7.76 %) y Bosa (7.48 %). Estas cinco localidades periféricas, aportan el 55.17 % de los casos en el Distrito Capital (Saludata, 2021).
Ante la emergencia sanitaria generada por la Covid 19, la OMS estableció de manera general, unos lineamientos para el control pandémico en ciudades y en algunos centros urbanos. Desde el Decreto 457 del 22 de marzo del 2020, el Gobierno implementó una serie de medidas sanitarias donde imperó el aislamiento preventivo para evitar la propagación del virus por el territorio nacional. Particularmente en Bogotá, esta medida mejoró parcialmente la calidad del aire por la disminución de contaminantes emitidos a la atmósfera, como el material particulado (PM) 2.5, lo cual, en ese entonces, permitió el levantamiento de la alerta amarilla el 3 de abril del 2020 (Semana Sostenible, 2020), porque se mantuvo el índice bogotano de calidad de aire (Iboca, 2020) en condiciones favorables y moderadas.
El aislamiento preventivo también generó la rápida recuperación de ciertos ecosistemas intraurbanos, como el caso del humedal Juan Amarillo que reportó el retorno de la Tingua bogotana o el Martín Pescador Grande que están en peligro de extinción por la desfragmentación de su hábitat, también se reportaron avistamientos de especies que se creían muy distantes de la ciudad como el zorro cangrejero. Sin embargo, aún no han sido analizados los graves problemas ambientales que han ido generando la aparición de nuevos residuos por el cumplimiento de protocolos de bioseguridad ni tampoco cómo el confinamiento y la activación de una “nueva normalidad” afectan la psiquis social, para el caso de Colombia, la activación está mediada por un plan de vacunación que avanza lentamente frente a otros países de su misma región, pues apenas se ha inmunizado al 2.5 % de la población (Galindo, 2021).
En conclusión, como es de esperarse, la reactivación a la cotidianidad trae consigo nuevos retos en cuanto a la gestión, planeación y proyección urbana y rural en torno a la salud pública y ecosistémica; donde la inversión social, la vivienda digna, la gestión ambiental y la construcción de nuevos esquemas de convivencia social serán claves para hacer contención a cualquier pandemia, presente o futura. Por esto, ante la incertidumbre de los escenarios futuros que seguirán emergiendo, la formulación integral, sostenible y participativa del plan Bogotá-Región, más que una oportunidad, este es una estrategia para implementar acciones de adaptación y mitigación frente a los efectos asociados a la “nueva normalidad”, a la variabilidad climática y a la emergencia sanitaria que tendremos que seguir viviendo.
Referencias
Galindo, J. (2021). La vacunación no despega en Colombia. El País. Recuperado de https://elpais.com/internacional/2021-03-24/la-vacunacion-no-despega-en-colombia.htm
Grupo Acin-Iets (2020). Consenso colombiano de atención, diagnóstico y manejo de la infección por SARS-CoV-2/Covid-19 en establecimientos de atención de la salud. Recuperado de https://www.researchgate.net/publication/340265820_Consenso_colombiano_de_atencion_diagnostico_y_manejo_de_la_infeccion_por_SARS-COV-2COVID-19_en_establecimientos_de_atencion_de_la_salud_-_Recomendaciones_basadas_en_consenso_de_expertos_e_informadas_e
Iboca (3 de septiembre de 2020). Índice bogotano de calidad de aire. Recuperado de http://iboca.ambientebogota.gov.co/mapa/
Saludata (2021). Datos de salud. Enfermedades transmisibles. Recuperado de https://saludata.saludcapital.gov.co/osb/index.php/datos-de-salud/enfermedades-trasmisibles/covid19/
Semana Sostenible (3 de abril de 2020). La mejora en calidad del aire permitió levantar la alerta amarilla en Bogotá.